viernes, 20 de julio de 2007

ONETTI Y EL TANGO



ONETTI Y EL TANGO

Hay una mitología preparada para sostenerlo. Vive en un apartamento de la calle Gonzalo Ramírez, donde toma cerveza, ciñéndose los pantalones por debajo del abdomen. Su impermeabilidad mítica, su "aspereza", si no bastaran la fama y el malentendido para dotarla de significados que se renuevan, a despecho o a favor de la realidad, viéndolo a él y hablándole, parecen sólo unos signos y unos gestos más, manejados a conciencia, una parte significativa de su lenguaje (¿medios o fines del arte?), que apenas alcanzan a encubrir el poco enigmático estrabismo, la ternura y la hombría dulce de este hombre con lentes que es Onetti. En fin, hay que averiguárselas para presentarlo en términos que justifiquen un reportaje más, con un preámbulo completo que lo ponga al alcance de la mano, porque está vivito y coleando, hay que decirlo. ¿Y quién no le teme a Onetti, quién le conversa de algo a este triste apasionado, aunque se trate de conversar sobre Gardel?
Menuda tarea le tocó: ir a ver a Onetti, escribir sobre tamaña cosa. Cuando le encargaron la nota primero no contestó, la cabeza le trabajó de varias maneras y, después que compuso unos razonamiento adecuados, aceptó. Pensó en 1a fuerza de realidad que tienen los pensamientos de los que piensan poco, sobre todo cuando no divagan..." (“El pozo”, Onetti, Montevideo, 1939, p. 40).
Después quiso recurrir al mismísimo Gardel, pero no pudo evocar ningún tango apropiado para esas circunstancias. Llamó un taxi, mientras se autosugería otras frases reveladoras, éstas de su propio ingenio, tales como "ahora sí que estás frito", y con aquella disposición de espíritu indicó la dirección dudosa que le habían dado. Tuvo suerte porque se equivocó y se bajó mal. Estaba oscuro como se debe, prendió un fósforo y tocó el timbre de la primera portería del primer edificio grande que vio, preguntando si ahí vivía Onetti. Cosa sorprendente, vivía ahí. Entonces, subió al sexto piso. Verdaderamente, dice que sucedió de esta manera:
Cuando después de varios minutos se abrió la puerta, apareció un individuo alto, idéntico al retrato de Sábat, ése donde parece un pez-martillo. Me miró como a un germen con leve fastidio y con curiosidad implícita.
-¿El señor Juan Carlos Onetti?
Tal vez para emplear una frase amenazadora, hizo una pausa y me contestó:
-Onetti.
Yo hice otra pausa, tragué saliva y empecé a explicarle que venía a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre Gardel. Creo que seguí hablando sobre la molestia, aunque él ya me había hecho entrar -a veces me paso de sensibilidad-, pero estoy seguro de haberme referido también al honor que representaba para mí. Lo cierto y sin embargo es que, cuando quise acordar, estaba solo y él se había ido para la cocina. En la pared había pegados numerosos recortes, fotos y una cédula de identidad que me llamó la atención: pinchada encima de una descripción tipométrica del rostro, con la interpretación científica de la descripción, escrita a máquina, era una cédula de Onetti.
Cuando escuché que volvía aquel silencio ya era insoportable. Tal vez me imaginaba, y queda ahuyentarlas, unas dificultades enormes para hablar; o tal vez estuve atribuyéndoselas a él, por esos movimientos lentos que hace, ceremoniales, o por aquel ritmo reflexivo, de sus frases cortas, las pocas que había dicho. Le pregunté sin preámbulos por qué era tan famoso; sin alcanzar a ver lo indecoroso de aquella cuestión vi que se sentaba y dijo:
-Porque la fama es puro cuento, botija.
Sobrevino el silencio otra vez. Irremediablemente yo habría quedado bajo los efectos de mi torpeza, si no hubiera sido porque él consiguió lápiz y papel, abrió una botella, me invitó a sentarme y me explicó lentamente, para empezar, qué difícil nos iba a ser hablar sobre Gardel.
"Lo conocí en el teatro 18, cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo. Hoyos de Monterrey; vos no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela -(no puede afirmarse que haya dicho exactamente eso; probablemente se refirió a la compañía de zarzuela en la que actuó Gardel, año 30), "un desastre de compañía, y la gente llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de fiesta". A una pregunta sobre si Gardel a su juicio, era un hombre triste: "Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -Onetti tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía".
Sobre las mujeres de Gardel: "Nunca lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes". Juanita Larrauri: "Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor póstuma". Se conversó un poco de ese tema, queriendo vincularlo con algún parecer personal de Onetti sobre lo legendario en general, sobre el olvido o sobre Artigas. "Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejanzas espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre Ríos con nuestro hombre.
Aunque ahora, el montevideano, en particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire, nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de los pueblos del Plata." Sobre la verdadera nacionalidad de Gardel: "Para mí era francés".
¿Cuál tango de Gardel le gusta más?: "¿Te das, cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta ‘Mano a mano’". ¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más "sentimiento?: "Él sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: Por qué me das dique, señora de grupo. Y aquel otro, ‘Tortazos’: "Qué hacés, tres veces qué hacés... No te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle La mejor postura que tenía era la del fioca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más auténtico es ése".
¿Se puede comparar a Gardel con otros cantores?: "¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho solamente Sodre y Gardel". Con guitarra o con orquesta: "Me gustan más los tangos con guitarra". ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus películas?: "Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que escuchar las grabaciones de algunas películas: Margarita.
La charla sobre Gardel, que iba a ser difícil", a medida que transcurría se hacía más fluida y personal. Onetti cantaba o recitaba las letras todo lo que quería, a veces eludiendo las preguntas. A menudo dijo cosas que habría sido necesario transcribir exactamente, pero acaso lo más importante fuese consignar el 11 como" -cerraba los ojos y cantaba- y el "porqué" -para quien tenía que escucharlo forzosamente, admiración y curiosidad mediante- de aquella fluidez repentina que cobró la conversación.
-Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a usted?
-Sí me dio y me dieron.
Había dos estuches de violín cerca de la mesa.
-¿Usted toca el violín?
-Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es Amurado.
Por supuesto, nunca tocó el violín.
-¿ Y que habría opinado Gardel si hubiera leído “El pozo”?
-Yo no sé si sabía leer.
Transición y agarra el tono otra vez: "Como se pianta la Vidaaaa...” etcétera.
-¿Le habría gustado que Gardel cantara alguna cosa que no cantó?
-Sí. “La Berceuse bleu” de Julio Herrera.
-¿ Gardel era inteligente, Onetti?
Volvió a cerrar los ojos, pensó un poco, los abrió, me miró con la misma mirada aquélla, remitiéndome al portaobjeto, y dijo:
-¡Sí!... ¡Y chau!
Yo ya me iba. No sabía cómo hacer para despedirme, para abrirme camino y salir de aquel apartamento, con Gardel muerto hace treinta años sobre mis propias espaldas, con Onetti cantando y observándome cada pelo a ver cómo hacía para saludar. Se ve que notó todo, incluidas mi tribulación y mis dudas sobre el éxito del reportaje, y me ofreció una respuesta más, sin pregunta previa, cosa de darme ánimo:
-Decí que lo más importante que ha sucedido en el Uruguay en materia artística, se llama Carlos Gardel.
Alfredo Zitarrosa

Este reportaje fue publicado en el periódico uruguayo “Marcha” el 25 de junio de 1965 (año XXVII, número 1.260). Zitarrosa, voz, guitarra y poeta popular rioplatense, murió en 1989.

jueves, 12 de julio de 2007

GARDEL... siempre GARDEL


GARDEL... siempre GARDEL

Luis Grassi
Hace muchos, muchos años, estando en Panamá, toda mi intención estaba centrada en arribar a Colombia, siempre alentado por conocer lo desconocido, por descubrir que hay del otro lado de la frontera. Mis años juveniles impulsaban ese espíritu aventurero, curioso y desinhibido, que buscaba indagar sobre cualquier historia o sitio que se le presentara en el camino."¡Y allá vamos!"- me dije.
Demás está decir que dicha escala la realizaba con la idea de conocer ese pueblo con el cual siempre estuvimos hermanados debido a la incursión realizada por nuestros grandes jugadores del fútbol argentino de antaño, quienes fueron allí a enseñar sus conocimientos y virtudes en ese suelo que una vez también cobijó la gloria y muerte de Carlos Gardel.
Al arribar a Medellín, el desvencijado avión que me trajo a los tumbos correteó por la pista del aeropuerto Olaya Herrera, lugar del accidente en el que perdió la vida nuestro ídolo y gran parte de la comitiva que lo acompañaba.
Pasaporte de por medio y luego de un simple trámite de aduana, evocando esa triste historia que guardamos nosotros los sensibleros, contemplé por unos instantes el amplio valle y las verdes montañas circundantes, mudos testigos de la tragedia ocurrida en aquél veinticuatro de junio de mil nueve treinta y cinco a las tres de la tarde.
Gran cantidad de placas recordatorias en homenaje a Gardel ilustraban las paredes de una galería cubierta y en un patio de baldosas, al aire libre, una estatua erigida a su memoria era acompañada por algunas flores frescas y otras artificiales.
Tal vez fue emoción o desconcierto lo que me invadió en esos instantes al ver todo esto como una persona ajena en un sitio tan conocido y renombrado por varias generaciones a causa de un recuerdo fatídico que los tiempos no pudieron desdibujar.
¿Qué les iba a decir a los que pasaban por mi lado? ¿Qué yo era argentino? ¿Qué aquí cayó Gardel? ¿Para qué?. Si ellos lo sabían. Bien que lo sabían.
Estaba solo, perplejo por la situación y algo cansado por el azaroso viaje.
Yo era un pasajero mas, alguien que pasaba inadvertido.
Empuñé el soporte de mi valija. Era de color blanco, única, la que me acompañaba a todos lados. Ni sé de que material estaba hecha. Pero sí sé que era única, linda. Nunca vi otra igual.
El viejo portón de salida se asemejaba a toda la humilde y vieja construcción del aeropuerto. Ya en la vereda, me rodearon chicos que venían a pedir limosna y grandes que se ofrecían a llevarme a la ciudad por tres dólares.
Ajeno a todo lo que daba vueltas en mi derredor, ya mas calmo, mi curiosidad de siempre me indujo a tomar la decisión de investigar, de hacer preguntas, no se cuales ni a quien, mas no podía desperdiciar ese momento en el remoto lugar histórico donde me encontraba. Como argentino y gardeliano que soy, retirarme de allí, como quien dice, con las manos vacías, era un pecado.
Borrosamente recuerdo el rostro de alguien que se ofreció para llevarme la valija. Por unos instantes lo miré y se me ocurrió preguntarle:-
-¿Vos sabés en que lugar de la pista ocurrió el accidente?
- ¡ Si, cómo no voy a saber, venga que lo llevo!
- Quedé mudo, no podía creer lo que me aseguraba.
El muchacho se adelantó por un pasillo para guiarme y yo lo seguí con cierto temor acompañado de mi valija blanca.
Entramos a la pista. Yo esperando que en cualquier momento alguien nos viniese a sacar de allí, pero nada ocurrió; fue un milagro. Mientras tanto mi improvisado guía hablaba y hablaba preguntándome a cada rato como era la Argentina y de donde venía y adonde iba. Así fuimos caminando por mas de trescientos metros. Mi contestación a sus requerimientos eran incoherentes. Ya ni sabía que responderle, rogaba que se callase de una vez para dejarme vivir ese momento impensado que se me fue dando porque si, por preguntar algo.
Llegamos a un lugar en donde solo se hallaba un gran circulo marcado sobre la tierra. Solo tierra algo removida.
- ¡ Aquí cayó Gardel!-dijo mi guía para después quedar en silencio como quedé yo,
respetuosamente.
Luego de unos instantes de contemplación, me dije por lo bajo: -
- ¡Aquí cayó Gardel!
Un remolino de viento agitó el polvo de esa tierra como certificándome el lugar.
Volvimos en silencio. Ya no me importaba si hubiese venido alguien a sacarnos de la pista.
Mi guía marchaba al lado mío, en silencio, expectante, esperando su propina.
Mientras tanto, yo me hacía esta pregunta : ¿"Que habrá sido esto en el año treinta y cinco si ahora por aquí dos tipos entran y salen de la pista como Pedro por su casa."?
Para llamar mi atención, la voz del muchacho me sacó de razonamientos y comparaciones
- Mire señor, allí en ese circulo en donde le señalé que cayó Gardel, estaba su monumento. Lo sacaron porque van a ampliar la pista.
Mientras lo escuchaba, yo vivía ese instante como si fuese una película de ficción.
Llegamos a la salida sin inconvenientes. Lo que mas recuerdo de ese muchacho fue la sonrisa de agradecimiento cuando le di unos pesos y las gracias por esa especie de favor que me había hecho.
- ¿ Cómo te llamás?
- Carlos, Carlos Perez Uribe.
- ¿Carlos?
- Si, mi abuelo quiso que me pusieran ese nombre porque era admirador de Gardel...y usted , ¿Cómo se llama?
- Luis, me llamo Luis Aldo....
- ¡Ah!.... deme, deme que le llevo la valija hasta el taxi...
- ¡Adiós Carlos y gracias -- le dije al muchacho a la vez que miraba hacia la pista donde se encontraba allá, a lo lejos, el circulo de tierra.
- Suerte, adiós señor....me contestó.
Pasaron muchos años de esta inolvidable aventura. Cuando casi permanentemente se lo recuerda a Gardel mostrando entre otras cosas la filmación del accidente que le costó la vida, añoro entonces mi paso por el aeropuerto Olaya Herrera y el valle y las montañas que lo rodeaban en aquel diáfano día, en que acompañado por mi valija blanca y un muchacho colombiano, caminé mas de trescientos metros por la pista para encontrarme con ese imperceptible circulo marcado sobre la tierra en donde la muerte le dio paso a la inmortalidad del ídolo.
Allí, entre valles y montañas canta Gardel.


(La Aunténtica Defensa) Panamá

El nacimiento del mito gardeliano



Año 12 Edición Nº 3812 Paraná - Entre Ríos - Argentina -

Viernes, 13 de Julio de 2007 - Lector Nº 18184817

El Diario

Puente Rosario-Victoria

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Tango: CASO ÚNICO. Conmemoración que se repite cada 24 de junio

El nacimiento del mito gardeliano

ADMIRACIÓN. En el mausoleo de la Chacarita, el mundo está representado en cientos de placas y ofrendas.

Aclamado con pasión por multitudes en las dos décadas que antecedieron al fatídico accidente de Medellín en 1935, la vigencia de Carlos Gardel hasta nuestros días reafirma la convicción de que cada 24 de junio, más que evocar su muerte, se conmemora un año más de su mítica presencia.



Hugo Gregorutti

Creador de un género que inventó de la nada: el tango-canción; intérprete eficaz de una veintena de otros ritmos; con más de 1500 grabaciones en sistema acústico y con los primeros micrófonos; compositor de unos 30 temas de singular belleza melódica; protagonista de 20 películas —entre mudas, sonoras y cortos—; precursor del actual videoclip; figura de interminables giras por América y Europa con miles de presentaciones en los más diversos escenarios, entre tantos atributos más, forjaron la leyenda del insuperable cantante de tango, latín lover, playboy, galán. En síntesis, Carlos Gardel.
Un caso irrepetible en el mundo del arte popular, inspirador de una reflexión que sólo cabe a una figura de tal dimensión: “Los 24 de junio no se conmemora la muerte de Carlitos sino el nacimiento del mito gardeliano”. La frase entrecomillada pertenece al artista chileno Jorge Alis, organizador de las celebraciones anuales en el país trasandino. Parafraseando, El Mito estaría cumpliendo el próximo domingo 72 años.

NADA SIN HACER. Gardel es aquel que llevó el tango desde los suburbios rioplatenses hasta Nueva York, previa escala en los Campos Eliseos parisinos. Es también símbolo del amor al turf y del éxito irresistible con las rubias platinadas de los Años Locos (período entre las dos guerras mundiales), y conquistador de la devoción popular que le acreditó decenas de sobrenombres, algunos superlativos, otros irónicos o poéticos. Las leyendas tienen todo permitido.
Pero es también la pasión de coleccionistas; la caricatura permanente rodeada de filigranas en vehículos que circulan por Buenos Aires y otras ciudades; el furor vigente del tango en Bogotá —ciudad donde cantó por última vez—, y es la imagen del playboy protohistórico enfundado en smoking, con cigarrera de oro y bebiendo champagne.
Además es la sonrisa interminable que, como dan prueba sus fotos, esgrimía a cada momento y que no logró borrar la muerte en el choque de dos trimotores, en un precario aeródromo rodeado de maizales en Medellín. Sonrisa que los dibujantes siguen agrandando cada año un poco más, tanto como crece la polémica sobre si nació en la sureña ciudad francesa de Toulouse o en la rural región uruguaya de Tacuarembó.
No le faltó nada, hasta en la desgracia, para seguir siendo idolatrado. La muerte imprevista en la cúspide de su fama, con la voz y estampa intactas, le ahorró la lenta decadencia de la vejez y lo fijó en la memoria colectiva en su mejor momento.

EL PLAYBOY. Su vida sentimental fue pródiga en romances con artistas, madamas o mujeres aristocráticas. Cristina Chichita Razzano, hija de José Razzano —ladero en el famoso dúo—, relató una rica historia en Francia. “Gardel tenía una amante millonaria, una norteamericana que pasaba sus temporadas en la Costa Azul todos los años. Le hacía regalos muy costosos, hasta un auto con las letras de sus iniciales en oro. También una cigarrera de oro inicialada con brillantes y que está en poder de un coleccionista”.
Otro sonado romance fue con Mona Maris (compartieron películas), argentina que fue estrella en Hollywood, donde actuó junto a Cary Grant y Humprey Bogart. A los 83 años reveló intimidades: “Gardel era un ser encantador y muy buen mozo. Me sentí muy atraída por su personalidad y creo que a él también le impactó la mía. Era muy respetuoso de las mujeres, nada agresivo en el terreno del amor, pese a que todas lo perseguían”.
Eduardo Morera, primer director que tuvo El Mudo en el cine sonoro, decía que “si Gardel le hubiera dado corte a todas las mujeres que lo acosaban, su vida hubiera sido muy corta desde el punto de vista físico”.

FANATISMO. Otra pasión que marcó la vida social de Gardel fueron las carreras de caballos y su correlato del poco apego a amarrocar dinero. En 1926 confiaba a un diario español. “He ganado y gano mucha plata, pero todo se me va. Me gusta vivir bien. Me gusta la bohemia dorada, ser generoso, el cabaret, las mujeres bonitas... y ¡las carreras de caballos!”.
En la Argentina tuvo varios pura sangre, pero en especial un alazán tostado al que llamó Lunático, que acariciaba y le ofrecía azúcar. Un testigo de la época aseguró que “cuando el caballo estaba muy inquieto, los cuidadores lo llamaban por teléfono y llegaba al stud para cantarle hasta que conseguía calmarlo”.

INCOMPARABLE. Musicalmente, el canto de Gardel era de una inflexión intransferible, debido a su cálido y diferenciado timbre vocal de barítono. Ostentaba una impostación natural impecable y todas sus notas eran llenas y parejas: la música y la palabra formaban una unidad indestructible. Fue creador y vanguardista; manejó el fenómeno comunicacional como pocos pudieron hacerlo, pese a la precariedad técnica de su época. Supo alterar el lenguaje procaz y limitado del argot porteño a la pureza romántica que interpretaba —sin excepciones— por todo el mundo.
Por siempre su voz se repite a cada momento en millones de discos, que de la pasta original y de las 78 rpm, fueron pasando al vinilo, la cinta de cassette y el audio digital. La imagen de Carlitos revive en la reposición de sus películas en cine, en VHS o DVD y en canales de televisión por cable y aire. Su vivencia ya superó las siete décadas tras la desaparición física. ¿Habrá otro igual?

Datos importantes

Fervor místico: La tumba de Carlos Gardel, en la Chacarita, es un sitio de peregrinaje ininterrumpido, de veneración casi religiosa, al igual que los museos que tiene dedicados en varios países. Una silueta enorme en bronce, ataviado con su típico frac y un cigarrillo, emerge de la modesta bóveda en el enorme camposanto de 95 hectáreas. Latinoamericanos, europeos y hasta japoneses peregrinan allí. Es atracción turística, fervor místico y, como si se fuera referente de alguna religión idólatra, le piden favores y hasta dejan ofrendas. Se pueden leer, en plaquetas o graffitis, leyendas como estas: “Gracias Carlos por el favor recibido para mi sobrino” (Raúl). “Carlitos, hacé crecer mi pelo” (Anabel).
En el exterior: En la colombiana Medellín, hay un museo montado alrededor de una silla de barbería, en la que fue atendido. “Aquí Gardel es una religión, una fe, que se vive intensamente”, señala Edgardo Nieto, responsable de la Casa Gardeliana. En Santiago, Viña del Mar y otras ciudades chilenas, se realizan cada año, durante todo junio, festivales en homenaje al cantor, con una particularidad: no se conmemora la muerte sino el nacimiento del mito gardeliano. Uruguay es un caso muy particular; en Montevideo una radio AM trasmite seis horas diarias —en 12 bloques— únicamente grabaciones de Gardel. Repertorio limitado a las 400 grabaciones de mejor calidad técnica, que se repite hace más de 40 años. Y Tacuarembó, localidad que reivindica ser cuna de El Mago, tiene un canal de TV por cable llamado nada menos que Telegardel.
El músico director: El día anterior a la fecha gardeliana, se cumplirán 110 años del nacimiento —ocurrido el 23 de junio de 1897 en el porteño barrio Balvanera— de Terig Tucci. Fue director de la orquesta que acompañó a Gardel en las épicas grabaciones de su última etapa de cantor y en las películas que filmó en Nueva York. Además, compuso temas rítmicos para su repertorio, como Los ojos de mi moza, Sol tropical y los tangos Noche estrellada y Recordando. Murió en Estados Unidos el 28 de febrero de 1973.

Homenaje en Paraná

Este sábado 23, en el local de la Asociación Tradicionalista Entrerriana de la Bajada, Alem 587, se recordará a Carlos Gardel con una función musical a cargo del cantor y difusor local del tango, Jorge Pérez. Hará una referencia a la vida y obra del Zorzal y luego, acompañado por las guitarras de Carlos Farías y Luis Sánchez y el piano de Alejandro Sánchez, interpretará tangos y valses del repertorio gardeliano, en tanto que el trío ofrecerá temas instrumentales. La invitación es para todo público y la finalidad es disfrutar de una amena reunión familiar en homenaje al más grande exponente de la canción nacional.

Don Carlos
Milonga

Milagro taura del tiempo
que no te aplicó sentencia
sos inventor de la ciencia
de mantenerse primero
por tu don arrabalero
de jugar sin la pelota
sos trompa de una patota
que le afanó el alma al barrio
estás en el calendario
y en cada vuelta de copas.

Don Carlos y niente piú,
que zorzal
ni que ocho cuartos
ligador en el reparto
de la eterna juventud
como el flaco allá en la cruz
perdonaste a esa gilada
con tu sonrisa pintada
en un bondi trasnochado
si hasta te baten “El mago”
por tu gola engalerada.

Que más te voy a decir
que ya no hayas escuchado.

Don Carlos les dio mancada
manga de giles de goma
que la papa se la coman
y que aguanten la tocada
de Pompeya a La Blanqueada
sigue copando tu amor
a los ratis del dolor
empaquetaste debute
don Carlos Gardel salute
por invicto y por mejor.

Letra y música: Raúl Castro, integrante de la murga uruguaya Falta y Resto.