jueves, 12 de julio de 2007

GARDEL... siempre GARDEL


GARDEL... siempre GARDEL

Luis Grassi
Hace muchos, muchos años, estando en Panamá, toda mi intención estaba centrada en arribar a Colombia, siempre alentado por conocer lo desconocido, por descubrir que hay del otro lado de la frontera. Mis años juveniles impulsaban ese espíritu aventurero, curioso y desinhibido, que buscaba indagar sobre cualquier historia o sitio que se le presentara en el camino."¡Y allá vamos!"- me dije.
Demás está decir que dicha escala la realizaba con la idea de conocer ese pueblo con el cual siempre estuvimos hermanados debido a la incursión realizada por nuestros grandes jugadores del fútbol argentino de antaño, quienes fueron allí a enseñar sus conocimientos y virtudes en ese suelo que una vez también cobijó la gloria y muerte de Carlos Gardel.
Al arribar a Medellín, el desvencijado avión que me trajo a los tumbos correteó por la pista del aeropuerto Olaya Herrera, lugar del accidente en el que perdió la vida nuestro ídolo y gran parte de la comitiva que lo acompañaba.
Pasaporte de por medio y luego de un simple trámite de aduana, evocando esa triste historia que guardamos nosotros los sensibleros, contemplé por unos instantes el amplio valle y las verdes montañas circundantes, mudos testigos de la tragedia ocurrida en aquél veinticuatro de junio de mil nueve treinta y cinco a las tres de la tarde.
Gran cantidad de placas recordatorias en homenaje a Gardel ilustraban las paredes de una galería cubierta y en un patio de baldosas, al aire libre, una estatua erigida a su memoria era acompañada por algunas flores frescas y otras artificiales.
Tal vez fue emoción o desconcierto lo que me invadió en esos instantes al ver todo esto como una persona ajena en un sitio tan conocido y renombrado por varias generaciones a causa de un recuerdo fatídico que los tiempos no pudieron desdibujar.
¿Qué les iba a decir a los que pasaban por mi lado? ¿Qué yo era argentino? ¿Qué aquí cayó Gardel? ¿Para qué?. Si ellos lo sabían. Bien que lo sabían.
Estaba solo, perplejo por la situación y algo cansado por el azaroso viaje.
Yo era un pasajero mas, alguien que pasaba inadvertido.
Empuñé el soporte de mi valija. Era de color blanco, única, la que me acompañaba a todos lados. Ni sé de que material estaba hecha. Pero sí sé que era única, linda. Nunca vi otra igual.
El viejo portón de salida se asemejaba a toda la humilde y vieja construcción del aeropuerto. Ya en la vereda, me rodearon chicos que venían a pedir limosna y grandes que se ofrecían a llevarme a la ciudad por tres dólares.
Ajeno a todo lo que daba vueltas en mi derredor, ya mas calmo, mi curiosidad de siempre me indujo a tomar la decisión de investigar, de hacer preguntas, no se cuales ni a quien, mas no podía desperdiciar ese momento en el remoto lugar histórico donde me encontraba. Como argentino y gardeliano que soy, retirarme de allí, como quien dice, con las manos vacías, era un pecado.
Borrosamente recuerdo el rostro de alguien que se ofreció para llevarme la valija. Por unos instantes lo miré y se me ocurrió preguntarle:-
-¿Vos sabés en que lugar de la pista ocurrió el accidente?
- ¡ Si, cómo no voy a saber, venga que lo llevo!
- Quedé mudo, no podía creer lo que me aseguraba.
El muchacho se adelantó por un pasillo para guiarme y yo lo seguí con cierto temor acompañado de mi valija blanca.
Entramos a la pista. Yo esperando que en cualquier momento alguien nos viniese a sacar de allí, pero nada ocurrió; fue un milagro. Mientras tanto mi improvisado guía hablaba y hablaba preguntándome a cada rato como era la Argentina y de donde venía y adonde iba. Así fuimos caminando por mas de trescientos metros. Mi contestación a sus requerimientos eran incoherentes. Ya ni sabía que responderle, rogaba que se callase de una vez para dejarme vivir ese momento impensado que se me fue dando porque si, por preguntar algo.
Llegamos a un lugar en donde solo se hallaba un gran circulo marcado sobre la tierra. Solo tierra algo removida.
- ¡ Aquí cayó Gardel!-dijo mi guía para después quedar en silencio como quedé yo,
respetuosamente.
Luego de unos instantes de contemplación, me dije por lo bajo: -
- ¡Aquí cayó Gardel!
Un remolino de viento agitó el polvo de esa tierra como certificándome el lugar.
Volvimos en silencio. Ya no me importaba si hubiese venido alguien a sacarnos de la pista.
Mi guía marchaba al lado mío, en silencio, expectante, esperando su propina.
Mientras tanto, yo me hacía esta pregunta : ¿"Que habrá sido esto en el año treinta y cinco si ahora por aquí dos tipos entran y salen de la pista como Pedro por su casa."?
Para llamar mi atención, la voz del muchacho me sacó de razonamientos y comparaciones
- Mire señor, allí en ese circulo en donde le señalé que cayó Gardel, estaba su monumento. Lo sacaron porque van a ampliar la pista.
Mientras lo escuchaba, yo vivía ese instante como si fuese una película de ficción.
Llegamos a la salida sin inconvenientes. Lo que mas recuerdo de ese muchacho fue la sonrisa de agradecimiento cuando le di unos pesos y las gracias por esa especie de favor que me había hecho.
- ¿ Cómo te llamás?
- Carlos, Carlos Perez Uribe.
- ¿Carlos?
- Si, mi abuelo quiso que me pusieran ese nombre porque era admirador de Gardel...y usted , ¿Cómo se llama?
- Luis, me llamo Luis Aldo....
- ¡Ah!.... deme, deme que le llevo la valija hasta el taxi...
- ¡Adiós Carlos y gracias -- le dije al muchacho a la vez que miraba hacia la pista donde se encontraba allá, a lo lejos, el circulo de tierra.
- Suerte, adiós señor....me contestó.
Pasaron muchos años de esta inolvidable aventura. Cuando casi permanentemente se lo recuerda a Gardel mostrando entre otras cosas la filmación del accidente que le costó la vida, añoro entonces mi paso por el aeropuerto Olaya Herrera y el valle y las montañas que lo rodeaban en aquel diáfano día, en que acompañado por mi valija blanca y un muchacho colombiano, caminé mas de trescientos metros por la pista para encontrarme con ese imperceptible circulo marcado sobre la tierra en donde la muerte le dio paso a la inmortalidad del ídolo.
Allí, entre valles y montañas canta Gardel.


(La Aunténtica Defensa) Panamá

1 comentario:

Clara Koser dijo...

Sr. Grassi: Lo felicito por tan bonito artículo. Yo también seguí los pasos de Gardel en diciembre de 1966. Hice la travesía Puerto Rico/Bogotá/Medellín/Buenos Aires. En ese entonces no había marca en la pista donde ocurrió ese maldito accidente que no tiene ningún sentido. ¿Es cierto o es parte de su bonito escrito? Gracias.